1825-1897
Domingo Martínez Ordoñana fue un hombre importante de la historia uruguaya por la influencia que tuvo en la formación de la clase alta rural y por ser uno de los principales promotores de la Asociación Rural del Uruguay.
Nació en 1825 en Álava, en el País Vasco (España). Sus padres Andrés Martínez de Ordoñana y Joana Francisca Iparraguirre se casaron en la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción en Legazpi, Guipúzcoa, el 17 de abril de 1823 (Libro de Matrimonios 5, folio 110). Domingo fue bautizado el 20 de diciembre de 1825 en la Parroquia de San Blas (Libro de Bautismos 1815-1848, folio 85) de la localidad de Legutiano en el territorio histórico de Álava.
Sus abuelos paternos fueron Manuel Ordoñana y Juliana de Lecea y los abuelos maternos Miguel de Iparraguirre y Francisca de Aramburu.
Entre 1841 y 1842 llegó y se radicó en nuestro país bajo la protección de don Juan Antonio Porrúa que había llegado a nuestro país hacía unos años. Ya instalado en Montevideo trabajó por un tiempo en un comercio.
Había traído consigo la angustia de haber presenciado en su país en una madrugada de otoño de 1841 el fusilamiento de un general carlista en una guerra que duró varios años. Su mente se había tornado frágil y su drama había comenzado. Este acontecimiento motivó su venida al Uruguay, un país de paz y bienestar donde se necesitaba gente joven y emprendedora para los más diversos trabajos y con una tierra fértil y abundante.
Al poco tiempo de haber llegado se vio envuelto en la Guerra Grande (1839-1851), en el conflicto armado entre colorados y blancos y que era una prolongación de aquel librado entre federales y unitarios en la otra orilla del Río de la Plata. En 1843 lo reclutó el ejército de la Defensa donde fue alistado para luchar y luego desertó y se pasó al bando de Oribe donde se mantuvo hasta el final de la guerra. Allí fue soldado, pero luego de ser herido en combate y hospitalizado se dedicó a la enfermería y tuvo una larga convalecencia en la cual ayudó a los médicos en los hospitales de campaña. Pero en 1845, viendo anonadado cómo aquellos pobres infelices se desangraban sin misericordia, decide alejarse definitivamente de todo acontecimiento bélico, pues no se sentía bien ante tanta barbarie. Apenas firmada la paz de octubre se trasladó a Buenos Aires a doctorarse en Medicina, profesión que jamás ejerció.
Regresa al país y en 1856 compra la Estancia Casa Blanca, una casa de 2 pisos elevada sobre una barranca con hermosa vista hacia el río Uruguay en el actual departamento de Soriano. El 31 de octubre de 1857 en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen del Cordón de Montevideo se casa con Doña Alejandrina de la Sierra, natural de Montevideo e hija legítima de don Manuel de la Sierra y de doña Josefa Pagola (Libro de Matrimonios 5, folios 125 y 125 vta). Desde entonces, se radica con su esposa en la estancia, buscando cierta tranquilidad en las labores del campo.
En sociedad con Juan Porrúa inició su actividad de estanciero en la que tuvo mucho éxito y logró reunir una gran fortuna. Su preocupación constante fue la campaña, el bienestar de las clases rurales, el mejoramiento de la ganadería y el ensanche de los predios agrícolas. Se incorporó a la nueva clase alta rural conformada en la década de 1860 que impulsó la revolución lanar, el primer paso de la modernización económica del país.
Era un hombre de campo e intelectual, activo, emprendedor, observador, inteligente, de profundos conocimientos y convicciones arraigadas. Preocupado por la situación de la campaña, comienza a dirigir un movimiento de hacendados para presionar a los gobiernos, para que asegurasen el respeto a la propiedad privada y la seguridad de las personas constantemente amenazada.
Fue promotor e impulsor de la creación de la Asociación Rural del Uruguay fundada en 1871. Allí fue secretario perpetuo por el resto de su vida. Por su pertenencia a ese grupo social y su habilidad en la escritura, se convirtió en uno de sus voceros principales. A lo largo de varias décadas se dedicó a la defensa de los intereses de ese sector, a promover distintos modelos productivos que luego propagó con folletos y libros que eran distribuidos gratuitamente por todo el país.
Terminada Revolución de las Lanzas en 1872, trató de hacer prácticos sus ideales de seguridad y garantía para la propiedad y la vida en campaña. Reconociéndose la necesidad de proceder a la confección de un Código Rural, en 1873 quedó integrada la Comisión Codificadora por el doctor Joaquín Requena y los hacendados Domingo Ordoñana y Daniel Zorrilla. Como miembro de la comisión redactora permitió el alambramiento de los campos y la policía para la campaña.
Con el apoyo de la Asociación Rural, logró escribir y publicar numerosos artículos sobre temas relacionados con el campo, la economía rural, así como relatos de sus viajes por Estados Unidos y Europa. Fue el ideólogo del modelo de producción al cual denominó «ganadería agronómica» que promovía el desarrollo racional y empresarial de la estancia moderna.
Se hizo célebre su frase de ¨hacer habitable la campaña¨, que entraña todo un programa de administración, de garantías a la propiedad, de respeto a los derechos individuales de los moradores de los campos. Comprendía que todo germen de progreso, de vida, de producción tiene su nacimiento en la industria rural y sus derivados. Por eso sus esfuerzos se dirigieron siempre a consolidar el sagrado derecho de propiedad, a la radicación al suelo de la familia nacional y a la propagación de la enseñanza agrícola.
Aficionado a las investigaciones históricas, se involucró con la jerarquización y el recuerdo de algunos acontecimientos de la historia, en especial los que habían tenido lugar en los campos de su estancia. Le interesaba todo lo que tenía que ver con forjar la identidad de una nación. En 1863 convoca a los sobrevivientes del Desembarco de 1825 para fijar el sitio exacto en que desembarcaron y luego ordena la construcción de un monumento en el lugar preciso de la gesta. Este consta de una pirámide sobre un cubo con 2 inscripciones: ¨Aquí desembarcaron los Treinta y Tres patriotas el 19 de abril de 1825¨ y ¨Por iniciativa y expensas de Don Domingo Ordoñana se levantó esta pirámide en 1862 y la regaló a la Nación el 19 de abril de 1864¨.
Durante los años 1875 y 1878 alojó en su estancia a Juan Manuel Blanes cuando decidió pintar el famoso cuadro, para que tomara bosquejos y estudiara detalladamente el lugar, con el objetivo de pintar el Juramento de los Treinta y Tres Orientales.
Pero su salud mental con los años comenzó a agravarse hasta desembocar en una psicosis aguda producto de aquellas terribles vivencias que había padecido en su juventud en ambos países. En 1897, al enfermarse gravemente y vencido por la larga y penosa enfermedad que hace tiempo le aquejaba, viajó a Barcelona en busca del remedio para aliviar sus males. Pero ese mismo año, allí falleció. De acuerdo a su última voluntad, sus restos retornaron a su patria adoptiva, aquella que soñó en el momento de dejar a sus padres y en la cubierta del barco.
En 1975 el gobierno nacional declara a la Estancia Ordoñana como Monumento Histórico Nacional.
Perla Trías
Comisión de Biografías