Eduardo Fabini

Gran exponente del nacionalismo musical uruguayo.

El nacionalismo musical se dio como respuesta a la música culta europea y se caracteriza por la creación de música académica de raíces nacionales. En el siglo XIX surgen los nacionalismos latinoamericanos que se nutren de lo indígena, lo afro, lo colonial, lo folklórico y lo popular. En nuestro país, esta identidad musical nacional que aparece a fines del siglo XIX y comienzos del XX tuvo en Eduardo Fabini uno de sus máximos exponentes.

Los Fabini, que estaban radicados en Montevideo, deciden pasar a residir en el campo en busca de nuevas oportunidades y en el año 1880 se radican en el departamento de Minas. Llegaron al pequeño pueblo de Solís (de Mataojo) con 6 hijos: Santiago, Ana María, Juan Pedro, Catalina, Camilo y Juan Enrique. Luego llegarían Eduardo y Emilia. Allí, el patriarca genovés Giovanni Fabini se estableció en el poblado con un almacén de ramos generales.

Félix Eduardo Fabini Bianchi nació en Uruguay, en el departamento de Minas (hoy departamento de Lavalleja), en la vieja casona del pequeño pueblo de Solís (de Mataojo) el 18 de mayo de 1882, en el seno de una familia de marcada vocación musical. Era hijo de inmigrantes italianos que se dedicaban a la música, por lo que desde muy pequeño estuvo en contacto con varios instrumentos, sobre todo el acordeón y el armonio. Su padre Juan Fabini había sido luthier y su madre Antonia Bianchi era chelista y pertenecía a una familia de músicos. Santiago Fabini, su hermano mayor, fue violinista de la Sociedad Beethoven, aunque luego se dedicó a los negocios. Y fue con este hermano mayor que comenzó sus estudios de violín.

En su partida de nacimiento fue inscripto con el nombre de Félix, ¨… hijo de Juan Fabini de 52 años, italiano, comerciante y de su legítima esposa D.a. Antonia Vianqui, italiana de 48 años, vecinos de Solís …¨ : ¨En Mataojo de Solís, a los veinte y un días del mes junio del año de mil ochocientos ochenta y dos á las tres de la tarde por ante mí Juan G Zabaleta, Juez de Paz de la segunda sección judicial del Departamento de Minas y Oficial del Estado Civil, compareció Dn Juan Fabini de cincuenta y dos años, Casado, Comerciante, Italiano, vecino de Solís … ¨ Pero pasados unos años, el 6 de enero de 1886, en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Solís fue bautizado como Félix Eduardo, hijo legítimo de Juan Fabini y Antonia Bianchi, italianos.

Abuelos paternos Antonio Fabini y Magdalena Cavallero y abuelos maternos Francisco Bianchi y María Ghersi. Eduardo, -como nos relata Aníbal Barrios Pintos- se enteró de su nombre verdadero cuando se preparó para viajar a Bruselas, y desde ese entonces comenzó a ser ¨F. Eduardo Fabini¨.

En 1892 un grupo de vecinos visionarios montevideanos liderados por el ingeniero Luiggi Andreoni, había adquirido en los alrededores de Minas los campos con surgentes de agua con el objetivo de envasar y comercializar el agua de la Fuente del Puma. Años más tarde, en 1898 Santiago Fabini organizó la empresa junto a sus hermanos Enrique y Juan Pedro y el comerciante minuano Antonio Puga. Esta firma local Fabini Hnos. y Puga fue la iniciadora de la industria de agua mineral pura de primera calidad: la Compañía Salus, en medio del paisaje serrano. Hacia 1950, la firma era presidida por Juan P. Fabini. La Salus ha sido una “empresa emblemática”, logrando que identificaran su marca Salus (salud) como sinónimo de agua mineral. Su simbolismo llega al mundo de la cultura, ya que en el Parque Salus residió este gran músico en una antigua vivienda en la falda de la colina donde está la fábrica. Allí se inspiró y compuso muchas de sus obras, entre pinos, coronillas, canelones, arrayanes y guayabos.

Juan Pedro, ingeniero de obras públicas, vivió comprometido con la empresa familiar al igual que Santiago y Enrique. Juan Pedro además fue Intendente de Montevideo, fue quien promovió el primer Plan de Obras Públicas (1905) y es quien da nombre a la popular Plaza del Entrevero.

Santiago se destacó también como cofundador de la revista Mundo Uruguayo en 1919 y en el resurgimiento del Ateneo de Montevideo.

Mientras tanto, Eduardo recorría la naturaleza del lugar buscando inspiración. El contacto íntimo con la naturaleza en sus primeros años de vida marcó para siempre su creación artística. Su ambiente natural es la voz melancólica y serena de la tierra nativa, el canto de los pájaros, el viento, la tristeza de los atardeceres, el agua que brota entre las piedras, el paisaje natural de arroyos caudalosos. A orillas del arroyo Mataojo descansaba y soñaba. Aprendió a escuchar los sonidos de la naturaleza desde las orillas de las sierras, el canto de los pájaros y el croar de las ranas y de allí surgieron las primeras notas musicales. Con tan solo cuatro años de edad ya sabía manejar el acordeón y la guitarra, instrumentos que utilizó para llegar a escribir canciones cuando aún era niño. Y es allí donde comenzó a identificarse con el paisaje, donde aprendió el sentido del canto de los pájaros y las ranas y donde las sostenidas emociones que la inmensidad del campo suscitó, fueron modelando, lenta pero decisivamente, su espíritu. Aquellas emociones vividas intensamente en su niñez, gravitarán luego en el proceso de creación de sus obras.

En 1889 la familia decide regresar a Montevideo pues entre otras cosas había que ¨poner a Eduardo en manos de verdaderos maestros¨. En 1890 Eduardo ingresó al Conservatorio “La Lira” donde continuó con el aprendizaje de violín y su formación musical.

En 1900 parte para Europa donde culminará sus estudios en el Conservatorio de Bruselas y se perfeccionará en violín y cursará composición. Lo hizo acompañado de su hermano Juan Pedro que fue un fino intérprete de piano que como proclamaba siempre Eduardo: ¨uno de mis mejores acompañantes¨. (Eduardo al violín y Juan Pedro al piano)

Entre 1900 y 1903 residió en Bélgica por una beca que le permitió estudiar en el Real Conservatorio de Bruselas, de donde egresó con menciones especiales. Durante esos 3 años en Europa siempre sintió la nostalgia de su terruño. En Bruselas, con su hondo sentimiento de patria, surgirá su carrera de compositor. Fue el primer sudamericano que en aquel ambiente hizo oír nuestra música nativa.

La nostalgia de su patria lejana lo induce a componer en 1901 los ¨Tristes¨ 1 y 2 y ¨Las flores del campo¨. Estas obras son el punto de partida de su obra y la primera expresión del auténtico nacionalismo musical uruguayo.

En 1903, regresó a su tierra natal donde se radicó durante un corto tiempo en Montevideo. Mientras tanto, la composición iba ocupando un mayor espacio en su vida. Se presentó como solista con varios conciertos en el Teatro Solís de Montevideo y fue elogiado por el público y la crítica.

Quienes escucharon sus obras le aconsejan que vuelva a Europa a formarse como compositor.

En 1904 viaja nuevamente a Bélgica y en 1905 reingresa al Conservatorio de Bruselas donde permanece 2 años hasta 1907, esta vez a estudiar composición.

En 1907 regresó definitivamente a Uruguay, para dedicarse a la interpretación del violín. Se refugió en la intimidad de su tierra natal y su vena creadora comenzó a aflorar. Allí, la orientación de su obra tuvo un giro significativo. Su residencia en las serranías, le permitiría un contacto con el paisaje natural que sería una fuente de inspiración para sus futuras composiciones. En esa intimidad compone sus obras magistrales, los poemas sinfónicos ¨Campo¨ y ¨La isla de los ceibos¨.

Ya en su país, fue cofundador del Conservatorio Nacional de Música (1907) y la Asociación Uruguaya de Música de Cámara (1909).

Entre 1910 y 1913 pasa mucho tiempo en Solís o en la Fuente Salus donde su hermano Juan Enrique es su administrador. En ese paisaje nativo que tanto ama compone “Campo”, su primer poema sinfónico, su primera gran composición como músico de corte nacionalista. Fabini extrajo su esencial sensibilidad del eterno concierto de aves en la oscuridad del bosque. Insertó en las formas musicales clásicas, tonalidades y melodías de la música folclórica nacional, logrando plasmar en sus composiciones el paisaje rural y los sonidos del campo. Trataba de replicar sus sonidos en obras musicales que lo posicionarían como un músico nativo y plenamente innovador.

El Parque Salus, fue un remanso pleno de sugerencia e inspiración en medio del paisaje atractivo de las sierras. Buscaba en la comunión de días y noches con la naturaleza la fuente de su auténtica inspiración. ¨… durante mis siete años de estudio en campaña trabajé siempre de noche. Separado un tanto de todos, probaba en el silencio nocturno las armonías en mi armonium y en mi piano y la naturaleza me daba el tono …¨.

En “Campo” se plasman musicalmente las ¨impresiones¨ que el paisaje genera en el espíritu del compositor. Si bien pretende mostrar un entorno netamente criollo y nativo, se expresa en un lenguaje que es una fusión de elementos tomados del folclore de nuestro país y tratados según las pautas de la música post-impresionista. Dentro del género sinfónico su música tiene formas relativamente breves, dada su proximidad espiritual a los impresionistas y parece hacer del paisaje o de la emoción fugaz un estado de ánimo. Al escuchar Campo se puede apreciar el palpitar de la naturaleza en los distintos instrumentos de la orquesta.

El 29 de abril de 1922 estrena su poema sinfónico «Campo» el en el Teatro Albéniz de Montevideo, que fue todo un éxito.

Al año siguiente el director de la orquesta sinfónica de Viena, Richard Strauss dirigió esta obra en un concierto en el Teatro Colón de Buenos Aires. “Campo” fue reconocida internacionalmente por sus valores musicales, y pronto se integró al repertorio de las orquestas sinfónicas más significativas de Europa y América: Nueva York, Washington, Madrid, Barcelona, Berlín, Moscú, Valencia, Río de Janeiro entre otras. La interpretación supuso la primera ejecución de una obra sinfónica uruguaya en el extranjero. Fue el único compositor clásico uruguayo, cuyas obras han sido ejecutadas por las principales orquestas sinfónicas del mundo.

Alentado por ese éxito, en 1926 da a conocer su otro poema sinfónico, «La isla de los Ceibos». Saturada de impresionismo puede definirse sonoramente como un poema de pájaros entre rojos manchones de color, representando el lugar en que se inspiró, el Parque Salus.

En 1927 viaja a Estados Unidos como Agregado Cultural de la Embajada del Uruguay, oportunidad que le permitió difundir algunas de sus obras en conciertos y grabar «Campo» y «La isla de los ceibos» ejecutadas por la Orquesta Filarmónica de Nueva York en la discográfica RCA Victor que editaba los primeros discos electrofónicos (primeras obras latinoamericanas grabadas por la discográfica). En ellas están presentes los arpegios de la guitarra criolla, la melancolía de los ¨Tristes¨o estilos, el trinar de los pájaros autóctonos, el diáfano paisaje sonoro del follaje y los arroyos. El mundo conoce nuestro paisaje campesino a través de la obra de Fabini.

Entre sus obras también se destacan varias piezas para canto y piano, cantos escolares, música para himnos y exquisitas obras orquestales.

En la década del ´40 cesó de componer y se desempeñó como Asesor Musical del SODRE (Servicio Oficial de Difusión, Representaciones y Espectáculos).

El 17 de mayo de 1950 falleció en Montevideo a causa de una afección cardíaca. Sus restos fueron velados en la sala del ex Estudio Auditorio y descansan en el Cementerio Central de Montevideo.

Eduardo Fabini, cuyo rostro aparece estampado en los billetes de 100 pesos uruguayos acompañado al dorso por una alegoría musical, ha sido homenajeado en variados ámbitos de nuestra cultura: un sello del Correo Uruguayo, una sala del SODRE, plazas, monumentos, calles, museos, liceos, orquestas sinfónicas, entre otros, especialmente en el departamento de Lavalleja.

Fabini simboliza y sintetiza la música uruguaya en su nivel más elaborado al lograr elevar y destacar lo propio, lo auténtico. Constituye una expresión acabada del nacionalismo musical de nuestro país, en la que el hombre y el paisaje se unen a través de la leyenda y de la tradición. Su aporte significativo a esta corriente, radicó más en los temas que inspiraron sus obras que en las formas musicales propiamente dichas. Es considerado el más elevado valor de la nuestra música culta. Supo expresar en música lo más profundo del alma colectiva de los uruguayos.

Perla Trías

Comisión de Biografías

Bibliografía:

Barrios Pintos, Aníbal: ¨Eduardo Fabini¨, Ed. Arca, Montevideo, 1978. Lagarmilla, Roberto: ¨Eduardo Fabini¨, Ed. Medina, Montevideo, 1971. Lagarmilla, Roberto: ¨Músicos uruguayos¨, Ed. Medina, Montevideo, 1970.

Nicrosi Alfredo: ¨Los músicos y los inicios de la música sinfónica en el Uruguay¨, Ed. Medina, Montevideo, 1990.

Salgado, Susana: ¨Breve historia de la Música culta en el Uruguay¨, Ed. Monteverde y cía., Montevideo, 1980.