Hace 100 años, aquel 1º de noviembre de 1923 nacía en Montevideo, en el seno de una familia acomodada, Carlos Páez Vilaró … Hijo de Miguel A. Páez Formoso y Rosa Vilaró Braga, recibió junto a sus hermanos Miguel y Jorge una formación humanista con alta riqueza cultural.
Marcado por una fuerte vocación artística, a los 18 años se radicó en Buenos Aires, donde se desarrolló como artista gráfico. A los 20 años volvió a Uruguay y supo que aquel conocimiento de artes gráficas se relacionaba artísticamente con el mundo de lo afro en Uruguay.
Impactado por las comparsas de los barrios Sur y Palermo y por el conventillo Mediomundo donde luego se estableció, se vinculó a la comunidad afrouruguaya y entró de lleno a manifestarse en el campo del arte.
Y así llega al Mediomundo, el conventillo de los negros montevideanos donde encuentra el tema central de su obra. ¨Yo regreso a Uruguay y un día oigo unos tambores que venían de un caserío. Me acerqué y encontré una comparsa muy pobre, guiada por seis negros tamborileros con las manos ensangrentadas. Me enloquecí. Seguí a la comparsa como un negro más y así llegué al conventillo¨. ¨Sin darme cuenta, al entrar en el conventillo de los negros entraba también en la pintura¨. El Mediomundo, una casona con gran cantidad de piezas, estaba habitado casi en su totalidad por familias afrouruguayas. Allí generó un estrecho vínculo con el candombe que lo acompañó en sus obras y en su vida.
Seducido en sus comienzos por la obra de Pedro Figari, se inició en la pintura con temas folklóricos de su país los que inspiraron sus primeros cuadros: escenas camperas, pericones, caballadas y yerras colmaron sus telas, hasta que la vida del negro uruguayo pasó a acaparar casi toda su producción, al vincularse al carnaval y sus comparsas lubolas. ¨… siempre sentí el deseo de conservarme autodidacta, pero Pedro Figari me acercó al tema del negro en el Uruguay. Yo siempre decía que iba a ser como Figari, con una diferencia: que él pintaba desde el recuerdo y yo lo pintaba desde la realidad, vinculándome a ellos.¨ ¨ La pintura para mi significa todo ¨
Instalado en la pieza “Yacumenza” del conventillo, su atelier, pintó decenas de cartones sobre la vida cotidiana del afrouruguayo: llamadas, bailes, religiosidad, casamientos, nacimientos, velorios, candombes, lavanderas, bailongos a la luz de la luna. El negro uruguayo le abrió generosamente sus brazos y su vida para que pudiera expresarse como artista. Lo hizo hasta los últimos días de su vida, pintando los tambores de C1080 y desfilando con ellos en las llamadas.. En ese altillo dibujó ropa para los lubolos, decoró sus caras, pintó tambores, banderas, estandartes, trajes. Pintó la vida del negro en todas sus formas. Fue el negro el que inspiró su trazo y su trabajo … casa de negros y blancos viviendo abrazados, hermanados, repartiéndose problemas y dolor, lágrimas y risas.
Luego dirigió coros y compuso candombes para las comparsas lubolas. ¨… me fui integrando a la negritud de tal manera que el medio mundo pasó a ser mi mundo entero…compuse música para sus comparsas…salí a la calle.¨
Con pasión desenfrenada, se entregó totalmente al tema, pintando cientos de obras, componiendo candombes para las comparsas, dirigiendo coros, decorando sus tambores o actuando para incentivar un folklore que en ese momento luchaba por imponerse para ser comprendido. ¨Era el fruto de una pasión desenfrenada que se había instalado en mi, alrededor de la vida del negro montevideano, su folklore y su carnaval…”
Carlos Páez Vilaró si bien nació en Uruguay tuvo una visión universal de la cultura por eso también se consideró un fiel exponente de la comunidad rioplatense.
Tuvo dos matrimonios (en 1955 y en 1989) y seis hijos: ¨… tengo tres hijos uruguayos y tres hijos argentinos, eso también confirma mi amor por Argentina y por Uruguay, al mismo tiempo …o sea que siempre soy pintor del medio del Río.¨
¨ Desarrollando mi actividad entre mis dos talleres, del Tigre en Argentina y Casapueblo en Uruguay, mi pintura comenzó a nacer a la sombra de dos banderas. Como ambas tienen el mismo color y están iluminadas con el mismo sol, mi adaptación a la nueva faz se transformó en un hecho feliz, porque me siento pintando en el medio del abrazo de dos hermanos.”
En busca de nuevas fuentes de inspiración, visitó países donde la negritud tenía fuerte presencia como Brasil, Haití, República Dominicana y lógicamente a Africa buscando las raíces de lo que había en su pintura y profundizando su investigación y compromiso con la cultura afrodescendiente. Viajó por Senegal, Liberia, Congo, Camerún, Nigeria, realizando numerosas pinturas y murales en adhesión a la lucha que los africanos comenzaban hacia la liberación de su continente. En cada lugar compartió experiencias sobre cerámicas, cine, literatura, pintura, en todas las formas posibles.
Conoció en sus propios talleres a grandes artistas como Pablo Picasso, Salvador Dalí, Giorgio de Chirico y Alexander Calder o Andy Warhol, que lo animaron y estimularon cuando daba sus primeros pasos como artista fuera del Uruguay. Mantuvo siempre con firmeza su lealtad al tema afro-uruguayo, al que le siguió dedicando las mejores horas de su vida.
Gracias al contacto con escritores, músicos e investigadores como Ildefonso Pereda Valdés, Jorge Amado y Vinicius de Moraes se volcó también a la escritura y publicó libros como La casa del negro, Bahía, Mediomundo y Candango. Cantos de comparsa, Entre colores y tambores, Las Llamadas, Cuando se pone el sol, Entre mi hijo y yo la luna, Albert Schweitzer, Así te veo Montevideo y Personajes del antiguo Montevideo entre otros.
Fue así como pintando y escribiendo, recorrió el mundo montando sus talleres en los sitios más diversos. Apasionado de la pintura mural, fue dejando el testimonio de su arte en cientos de museos y galerías de los cinco continentes. En 1960 pintó en la sede de la Organización de Estados Americanos (O.E.A.) en Washington, el mural Raíces de la paz, considerado entonces el más largo del mundo por sus 162 metros de largo.
Incursionó en la música e inspirado por el candombe y la comparsa dejó canciones como Afrikandombe, La Turumba, El Tamango, El Serembe, El Berebere, Casa de Candombe.
Paéz Vilaró pasaba jornadas enteras en la habitación Yacumenza de Juan Ángel Silva entre pianos, chicos, repiques y pinceles. Le gustaba pintar hasta la madrugada y por eso muchas veces se quedaba a dormir en el conventillo. Cuando Juan Á. Silva fundó la Comparsa en 1952, Páez Vilaró la bautizó como “Morenada” que significa montón de negros, en un dialecto africano. Salía junto a Juan Ángel del conventillo ubicado en la calle Cuareim 1080 con la comparsa Morenada, de la familia Silva.
Su legado arquitectónico mayor es Casapueblo, construida en 1960 en Punta Ballena, el museo-taller de mayor renombre internacional del país, donde viviría el resto de su vida. ¨ Los atardeceres en Casapueblo son como una dinámica, el SOL es mi amigo más antiguo, él viene todas las mañanas y se despide de mi … y él me da fuerzas…¨
En 1972, su hijo Carlitos tuvo un accidente de avión en la cordillera de los Andes cuando el avión que trasladaba al equipo uruguayo de rugby a Chile se estrelló en plena montaña. El artista viajó a Chile y encabezó una emotiva operación de rescate hasta que finalmente lo encontró vivo.
Páez Vilaró dedicó su obra pictórica a la cultura de raíz africana del carnaval uruguayo, y su gran mérito fue darle categoría artística a los temas populares. Fue el gran pintor de la raza negra y sus rituales: los candombes, los conventillos, la vida y costumbres de los negros y las comparsas. Pintó exclusivamente temas afrouruguayos, dedicándole sus mejores horas o acompañándolos cada año con su resplandeciente tambor en “Las Llamadas”. Un aspecto destacado de su pintura fue pintar murales por todos lados pues quería compartirlos con el pueblo.
Supo conjugar la dimensión universal de la cultura popular con su obra artística, sus viajes por el mundo, los muchos amigos y por sobre todo por sus vínculos con la negritud.
Conmovido por esa cultura afrouruguaya, fue capaz de sumergirse en su esencia para expresarla y divulgarla en lo nacional e internacional. A esos negros olvidados los rescató en su esencialidad porque él convivió con ellos en esos conventillos.
Su gran legado para el Uruguay y el mundo fue revalorizar la estética de la cultura afrouruguaya, dejando en cada una de sus manifestaciones huellas imborrables.
En una nota de prensa, pocos días antes de morir, escribía con relación a las llamadas: “Hoy a la noche, cumpliendo mis 90, cerraré mi aventura entre tambores. Un final que nunca quise aceptar, pero que la vida nos obliga a cumplir. Del brazo de Cachila, en Cuareim 1080, y frente a la sonrisa de Carlitos Gardel, trataré de darme el gusto de retirarme dándome un baño de pueblo. Recorrer entre humaredas de chorizo al pan las callecitas doradas del barrio Sur y abrazarme con su gente por última vez”.
Falleció en Casapueblo (Punta Ballena) donde vivía y trabajaba el 24 de febrero de 2014, dejando en sus obras un legado valioso para toda la humanidad.
Perla Trías
Comisión de Biografías